Como la “Crónica de una muerte anunciada”, volvió a ocurrir lo que se veía venir, un grupo de participantes del Encuentro Nacional de Mujeres marchó sobre la Plaza 9 de Julio a gritar su odio y su desprecio a la Iglesia Católica.
La quema de la Bandera del Estado Vaticano demuestra por sí solo que a este tipo de seres no les interesa ninguna reivindicación de género, menos todavía la trata de personas ni las libertades individuales, solamente buscan encender llamas de discordia en la sociedad.
Contradictorias en su discurso, se lanzan a protestar contra la Iglesia intolerante y “fascista”, cuando son ellas las que demuestran lo propio y asumen actitudes propias de las dictaduras que incineraban cualquier símbolo del régimen opositor y de haber podido, harían desaparecer todo vestigio de Evangelización y religiosidad.
Todo ha resultado nuevamente en un patético muestrario de la inmoralidad revestida de violencia y desprecio por la propia autoestima, por su propio género, ya que la mujer ha demostrado poder debatir en los más altos niveles sociales, económicos y políticos. Es espectáculo que muestran estos seres es propio ya de la degeneración propiamente dicha y no merece más que el repudio y el rechazo generalizado.
La violencia no sólo no construye sino que termina llevándose por delante a quienes primero las ejercen.
Redacción El Diario de Salta
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