De a poco fueron asentándose, y a lo largo de varios años
han constituido una zona de gastronomía rápida en un sector del Lago del Parque
San Martín, un paseo centenario que alguna vez contó hasta con un jardín
zoológico, creado hacia 1905 por Ángel Zerda.
El Parque San Martín fue inaugurado el 16 de abril de 1905,
y justamente la construcción del Lago causó entonces muchos problemas sobre
todo sanitarios para los vecinos; llevó entonces más de tres meses de intenso
trabajo hacer que desaparecieran charcas, depósitos de basura y algunas lagunas
que existían en la zona. Se levantaron más de 50 mil metros cúbicos de tierra.
Hacia 1925, el Intendente Luis Langou, dispone que el lago
fuera un sitio con garzas, adosándose un zoológico que contenía especies de la
zona, algunas boas, unos guanacos, llamas, un anta, un avestruz, dos cóndores,
tres águilas y tres coatíes. Este zoológico
se cerró en 1933, por una Ordenanza dictada por Juan Cornejo Arias que imponía
en su lugar el emplazamiento de un jardín botánico.
En 1938 se construyó el Parque Infantil que constaba de "cuatro pórticos con argollas, un
trapecio, una hamaca, dos pasavolantes, dos toboganes, una calesita, una ola
giratoria, dos escaleras horizontales y una paralela", los que estuvieron
en funcionamiento hasta la década de los sesenta, aproximadamente.
Los característicos bancos de madera y granito son del año
1940, y además en el Parque San Martín se encuentra la estatua ecuestre del
General José de San Martín (1913) y una de Facundo de Zuviría esculpida en
mármol de Carrara, donación del Congreso de la Nación y obra de la escultora
Lola Mora.
Durante la gestión del Gobernador Luis Patrón Costas, se
construyó el Jardín Incaico, con una portada de piedra, dos pilares y un dintel
que pesaban más de cinco toneladas. En el interior había unas cincuenta
variedades de cactus y disponía de iluminación colonial.
Desde entonces hasta los días presentes, el Paseo del Parque
San Martín y su Lago han sido un emblema de la Ciudad de Salta. La primera
postal que recibe al visitante que llega a la Terminal de ómnibus, sitio de
historias amorosas y desencantos de soledad. Es parte de la vida del salteño.
Lamentablemente, personas sin educación, sin respeto por lo
que es de todos y sin conciencia del daño que están produciendo, no trepidan en
arrojar residuos y desechos al Lago, contaminando el hábitat de los patos, de
los peces y afeando este sector tan singular y hermoso.
Es hora de que las autoridades competentes asuman la
responsabilidad de controlar que quienes explotan negocios o actividades
ambulantes se ajusten a las normas, no sólo municipales sino de convivencia que
resultan una exigencia para una sociedad civilizada. (Redacción El Diario de
Salta)
NR: La fotografía que ilustra la presente pertenece al Sr.
Miguel Llaó
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