Para el hombre que contempla y valora su realidad desde una
concepción más amplia que la simple información de sus sentidos, su cuerpo ya
no puede ser considerado como una maquinaria susceptible de “arreglarse” ante
cualquier disfunción.
El cuerpo es una realidad ontológica que supera esa idea
reduccionista para integrarse en una visión integradora donde el alma asiste
como elemento integrante.
De modo entonces que asistir a la consulta médica solamente
“llevando el cuerpo” es una situación incompleta, porque así la recuperación
que se puede esperar tendrá en todo caso, menos probabilidades de fortuna.
Por el contrario, cuando se moviliza toda la persona (cuerpo
y alma) hacia el proceso de curación, entonces, le cabe ya al paciente una
cuota de responsabilidad ante la necesidad de revisar sus creencias y
sentimientos para afirmar su recuperación en un sentido positivo.
Desde esta concepción, la calidad de vida de un hombre no
depende solamente de buenas recetas médicas, sino que al tratarse de una
realidad “bio-psico-social-espiritual”, el individuo puede contraer
enfermedades también a causa de sus emociones.
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