SALTA.- Principio elemental de la Metafísica que se ajusta apropiadamente a la situación que vive la Provincia de Salta con el Gobierno de Juan Manuel Urtubey, donde el relajo de las costumbres se evidencia cada vez con mayor notoriedad.
El reciente episodio de un chofer que dejó encerraba a una prostituta en un vehículo oficial revela que la conciencia de impunidad es un sentimiento que recorre todo el espinel de la burocracia oficialista.
La situación no resiste mayores análisis, pues, cuando en una organización la cabeza no representa los valores que un liderazgo requiere, principalmente el respeto a la autoridad, la disciplina en el trabajo y la moral en el comportamiento, la estructura necesariamente se debilita.
El caso en cuestión es nada más que un testigo de una situación generalizada en una Provincia donde todo respeto por el uso del patrimonio público y las conductas morales parece socavado en sus mismas bases.
Desde muertes que no tienen sentencia justa o continúan sin resolverse, pasando por funcionarios que son denunciados y reciben como premio mejores y más remuneradas funciones, hasta deslices de empleados, todo, pareciera mostrarse como consecuencia de una conducta de “todo se puede” que se ha impuesto en el imaginario colectivo del empleado público.
Desatinos como el caso del chofer y la trabajadora sexual, mayormente merecen el silencio de las autoridades; sólo ante un hecho que tomó estado nacional apenas se salda con el despido del trabajador.
Sin embargo, si bien no se trata de ir ahora por una caza de brujas, desde un desliz de un empleado hasta la muerte de los brigadistas, en ningún caso aparece un responsable que se haga cargo.
El tema es así de simple como de complejo a la vez; toda vez que las jerarquías son ganadas por la liviandad, hasta el ordenanza se siente protegido por la impunidad.
Redacción el Diario de Salta
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